Y llegó el día 4.
Soy consciente del acoso diario que reciben las mujeres, casi desde niño. Es muy posible que la fuerte presencia femenina en mi educación -madre, abuela, primas y tías- contando sus experiencias diarias, me permitiera identificarlas desde muy temprano y rever mis actitudes juveniles e inconscientes estando en grupo con amigos varones. Por eso cuando me decidí a empezar este “un texto por día” en referencia al Día de la Mujer que se avecinaba, no pude evitar recordar una charla reciente con una conocida donde me comentaba sus momentos incómodos con profesores de música, kinesiólogos, con sus pares en el trabajo, y desconocidos por la calle, haciéndome pensar automáticamente que este debía ser un tema a tratar en al menos uno de los textos.
Como la premisa de este apartado es “Mujer. Nadie habla mejor de
serlo que ellas mismas”, ese momento llegó.
Al final encontrarán el link al artículo original en inglés (This Is Because I’m A Woman: How Sexual Harassment Invaded My Life -And Some Ways to Respond To It) desde donde traducimos.
Al final encontrarán el link al artículo original en inglés (This Is Because I’m A Woman: How Sexual Harassment Invaded My Life -And Some Ways to Respond To It) desde donde traducimos.
Hoy: Morgan M
Esto es porque soy mujer
Cómo el acoso sexual invadió mi vida (y algunas formas de
responder a él)
No hay manera de preparar a una persona frente a todas las veces
que una mujer es avanzada durante el día. Los hombres cisgénero no experimentan
este flirteo agresivo, y una mujer cisgénero parece experimentarlo desde su
nacimiento. En una época tuve una vida donde podía caminar por cuadras,
kilómetros, meses, sin que algún extraño se pare frente a mi diciendo “hola
corazón ¿A dónde vas tan apurada?”. Ahora quiero llevar mi burbuja personal a
fábrica y volverla a su tamaño original, no ser tan invadida, pero ese capítulo
de mi vida parece haber terminado.
Hace algo de un año, los hombres empezaron a cortejarme, mucho.
Demasiado. Y luego vino el acoso. Pero no fue siempre así. Por un tiempo luego
de que empezara a vivir mi vida como una mujer ‘tiempo completo’, era notorio
que todavía estaba en transición. Lo que me delataba principalmente era mi voz.
No trabajé en ella demasiado. Era difícil llegar a un punto donde me sentía
confortable forzándola. Me gustaba mi vieja voz, incluso cuando odiaba muchas
partes de mi ser; había actuado en escenarios, dado presentaciones a ejecutivos
de Walt Disney, ayudado a supervivientes de traumas a atravesar su dolor, todo
con esa voz. Éramos un equipo. Incluso cuando ese equipo me hacía identificar
como “el-ella”, o generaba gestos adustos en entrevistas, hasta en el
supermercado.
Para hacerme la vida más sencilla, decidí esforzarme más por
cambiarla. Luego de lograrlo empecé a pasar más desapercibida, y comencé a
entender, en vez de solo saber, lo que las mujeres habían estado diciéndome
toda la vida.
Es bastante aterrador cuando, luego de veinte años de caminar por
la calle con tranquilidad, un hombre se te acerca en un espacio público a mitad
de la tarde de un martes y dice “Quiero que sepas que te estuve siguiendo por
media hora. Sos la mujer más hermosa que vi, y solo quiero que me des una
oportunidad”, y luego trata de agarrarte del brazo.
Hay una especie de contrato social, silencioso y macabro. Es un
lugar tan común para los hombres hacerles muchas cosas abiertamente a las
mujeres, sin ninguna repercusión de ningún tipo. No hay simulación, no hay
vacilación. Solamente lo hacen.
Nada que pudieran haberme dicho (aunque trataron) me prepararía
adecuadamente para aquel momento con el taxista que me recogió a la 1AM del centro de ayuda a
víctimas de violación, donde trabajaba. Estaba lloviendo, y mientras manejaba,
me preguntó si era gay, porque yo “parecía gay”, y luego siguió con “¿Te gusta
divertirte? ¿Querés divertirte conmigo? Dale ¿Cómo te llamás?”. Estabamos yendo
a casi sesenta kilómetros por hora, así que no tenía chance de bajarme en ese
momento. “No tengo por qué decirte mi nombre”, le dije. “Ah” siguió él “Está
escrito acá en tu pedido del taxi. Tu nombre es Morgan. Hola Morgan”. De
repente detiene el auto, gira hacia a mí, y estira su mano hacia mi pecho. Me
recuesto con fuerza sobre el asiento. No estaba pensando, solo trataba de
derretirme a través del respaldo hacía la parte trasera del auto. Las puntas de
sus dedos alcanzaron mi pezón derecho, y se detuvo de repente. El cinturón
trabó sus movimientos, no pudo llegar más lejos. Con una sonrisa amplia, puso
las palmas de sus manos hacia arriba y dijo “solo quería que chocáramos los
cinco”. Mi cerebro despertó de su coma, y salí corriendo de auto hacia mi casa.
Creo que en otro momento en mi vida, voy a sentirme a gusto
explorando esa pequeña porción de mi sexualidad que es bi. Está ahí, yo se que
sí. Pienso a veces en mi atracción por Karl Urban y Charles Dance. Solo que no
me siento segura. Originalmente traté de escribir este artículo años atrás, y
estaba más o menos a la mitad cuando me detuve para ser una buena niña hippie y
llevar los residuos de la casa, unas tres cuadras hasta el basurero local.
Llovía, nuevamente, y no había nadie alrededor. Mientras regresaba del
basurero, un hombre sale detrás de un edificio a unos diez metros, me mira de
arriba abajo, baja su cabeza y empieza a caminar hacia a mi diciendo “Hola
linda. Linda, linda. Hey, hola linda” Estaba persiguiéndome, y de nuevo, corrí.
Cuatro semanas antes de eso, yendo al trabajo una mañana, paso entre
medio de un grupo de hombres en la vereda, que me cerraron el camino y
empezaron a cantar “¡Linda putita blanca!”
En el trabajo, sola en la oficina, un hombre entra por la puerta
principal, sin remera, cargando un tirante de madera de unos dos metros. Me
arrincona contra la pared y dice “El hombre rojo ha venido a reclamar sus
tierras, pero no temas, yo te voy a proteger”.
En otra oportunidad estaba llevando a un compañero de trabajo en
mi auto hacia la parada del colectivo, dado el momento gira hacia mí y dice
“Las mujeres como vos, están sedientas por negros como yo”.
Saliendo del trabajo una noche, aparece uno tipo desde unos
arbustos y se para en mi camino. Me muevo, y se mueve, trato de pasarlo y me
sigue. “¿A dónde vas tan rápido?” Él era más veloz que yo, pero eventualmente
me dejó ir. Y se quedó riendo. Una gran risa sonora.
En una estación de servicio, la semana pasada se acerca alguien a
la ventanilla de mi auto y dice “Hola hermosa ¿Cómo te llamás, linda?
Todas las semanas es: “hola corazón”, “hola bebé”, “hola
colorada”.
No pasó mucho tiempo hasta que empezara gradualmente a dejar de
salir de mi casa. La mayoría de mis amigas con las que me abro y les cuento
estas situaciones dicen “Bienvenida a ‘ser mujer’”, y a veces “Wow ¿En serio?
Desearía que los hombres me presten tanta atención”. Puedo ver lo que tratan de
decir con eso, porque algunos hombres solo quieren hacerme saber que me soy
linda, y no van a perseguirme hasta mi casa y lastimarme (uno una vez se acercó
a mí con su bicicleta, hizo unas vueltas a mi alrededor y dijo “Pequeña, sos la
más hermosa” y se fue pedaleando).
La gente me ha preguntado, “Antes de que hagas tu transición ¿Cómo
interactuabas con las mujeres por las que te sentías atraído?” No lo hacía.
Odiaba mi cuerpo demasiado como para experimentar nada parecido a la libido. Nunca me
sentí atraída sexualmente a nadie hasta luego de definirme. Antes de eso,
entendía mi atracción hacia las mujeres (o hacia cualquiera) así: “Esa persona
me parece interesante, me gustaría pasar más tiempo con ella y hablar más”. Tal
vez eso hizo más difícil que empatizara con ‘como vivía la otra mitad’, porque
durante esos primeros veintidós años, en realidad, no estaba viviendo.
Varias veces me han dicho, “Imagino que debe ser difícil ser una
mujer transexual” a lo que yo respondía “No creo que estoy siendo acosada por
ser trans, creo que es porque soy mujer”.
”Bueno, pero ¿Estás segura que no saben que sos trans?
Todo esto sigue sucediendo. Hace algo más de un año recibí un
consejo que hizo esa parte de mi vida más fácil. No es nuestra responsabilidad responder al acoso callejero de una
manera en particular, o hacer cosas para evitarlo. Es la responsabilidad de estos acosadores dejarnos tranquilas. Aun
así, es fortalecedor tener algunas respuestas específicas a ello, a tu
disposición.
En una oportunidad estaba enseñando a algunos voluntarios, como
ser consejeros en momentos de crisis, y tuvimos de invitada a Marty Langelan,
autora de “Para atrás!: Como confrontar y detener el acoso sexual y a los acosadores” (Back Off! How to confront and stop sexual harrasment and harrassers, 1993).
Dio al curso algunos simples consejos.
Primero, mientras más suceden estas cosas, peor es mi postura
corporal y más veces me voy mirando al piso. No hacer contacto visual le dice a
nuestro posible agresor “Esta persona no está consciente de su alrededor y no
me verá venir”. Parate derecha, y lucí confiada, caminá con un propósito, hacé
contacto visual con la
gente. Imaginá una esfera a tu alrededor de unos 5 metros . Conocé todo lo
que sucede dentro de ese radio, a cada momento: como luce la gente, como están
vestidos. Evitá los lugares que se interponen con tu visión periférica.
Intercalá los recorridos que hacés hacia tu casa, así no pueden aprender tu
rutina. Conocé las calles de tu barrio. Mirá por sobre tus hombros para ver
detrás de vos; calmada, confiada, no como un animalito aterrado. Hacele notar a
la gente de tu contacto visual con un asentir de cabeza.
Hacete familiar con la gente que vive en la calle cerca de tu casa,
porque cuando cada vecino esté puertas adentro, las personas que están parando
en las calles pueden ser tus únicos testigos o tu única fuente de ayuda. Llevá
gas pimienta en tu cartera. No tengas miedo de cruzar de vereda si alguien te
da una mala impresión, confiá en tus instintos. Y para realmente desencajarlos,
deciles lo que están haciéndo, develá su comportamiento en voz alta. “Dejá de
acosar a las mujeres. No me gusta, a nadie le gusta. Mostrá algo de respeto”.
“Cuando te quedás mirándome a las tetas, es obvio para todos en la sala. Mirame a los
ojos”. O una de las frases que uso yo “Mi nombre no es ‘corazón’. Es señora, o
señorita”. Si recibís este tipo de comportamiento de alguien con quien te cruzás
seguido, documentalo (nombre, fecha, hora, descripción, lugar). Puede que lo
necesites luego para presentar ante alguna autoridad.
Me tomó algún tiempo poner todas estas lecciones en práctica y
volverlas una rutina, y me va a tomar aún más, superar el hecho de que la forma
en que me desenvuelvo en público ha cambiado. Me he quitado bastante el miedo a
los hombres, pero como he oído muchas veces, un poco de miedo es necesario.
Un amigo me preguntó hace algunos años: “Bien, estás caminando por
la calle, y ves a un hombre tirado en el piso pidiendo ayuda ¿Qué hacés?”. Y yo
pregunto “¿Cabe como respuesta no ayudarlo?”. ”No, definitivamente vas a
ayudarlo. Te mantenés a una distancia prudente, a la vista, sacas tu teléfono y
le decís ‘¿Querés que llame al 911?’”.
Morgan M es una chica trans, gay, colorada, gamer y oriunda de Carolina del Norte. Ha sido elegida Miss Abril para Autostraddle en 2013, es consejera para A-Camp, y escritora y oradora en varios eventos del sitio.
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Estos son algunos ejemplos de acoso, y violencia pasiva diaria que tienen que soportar las mujeres (imágenes extraídas de las cuentas de twitter de @_Ummagummas y @papaspai)
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