miércoles, 28 de diciembre de 2011

La piratería digital: ¿héroe o demonio para los escritores?

3:18 p.m. Posted by DC , No comments
Una española dijo que deja de escribir por la piratería. Y calentó un debate muy actual




Es tan fácil: se busca un título, al voleo o en algunos sitios, se hace uno, un par de clicks y listo, baja a la computadora de uno, por ejemplo, La caverna de Saramago; por ejemplo, Santa Evita , de Tomás Eloy Martínez, por ejemplo Las particulas elementales , de Michel Houellebecq. Si uno fuera a la librería hoy y comprara la edición más barata de cada uno de esos libros, gastaría por los tres 185 pesos. Pero acá, en el sillón de casa y a puro click eso puede ser gratis.

Esto, muchos clicks, fue lo que hizo que la escritora española Lucía Etxebarría –que en 2004 ganó los 600.000 euros del Premio Planeta– pusiera el grito en el cielo la semana pasada. Su novela El contenido del silencio , contó en Facebook, se pirateó más de lo que se vendió. Entonces ella decidió dejar de escribir. “Empieza a ser hora de que me busque un trabajo”, dijo.

Más allá de la decisión personal, Etxebarría pone en tiempo presente un miedo que la industria editorial viene conjugando en futuro desde hace tiempo: el de que la piratería ahorque a los “productores de contenidos” y la industria se quede sin nada para vender. La descarga torrencial ya ocurrió con la música, claro, pero los músicos capean el aguacero dando recitales y es más difícil pensar en una reconversión similar para los escritores.

Pero la preocupación está.

“Nunca se me ocurriría dejar de escribir porque se vendan libros truchos, que hasta me los traen para firmar”, dijo a Clarín Claudia Piñeiro. “Pero también hay mucho libro circulando como libro electrónico y nadie tiene control de cómo se hace eso. Un hombre en Francia pidió por Internet que le hicieran un libro mío y se lo imprimieron. Me dicen que debe ser un arreglo con Amazon (un megasitio de libros estadounidense), pero nadie en mi editorial, Alfaguara, sabe cómo es el arreglo. no tengo cómo controlar”.
Cristina Fallarás, editora de Sigueleyendo.es, una editorial digital, dice que lo de Etxebarría no tiene sentido: “Es una tontería de Lucía. No se puede saber cuántas descargas ilegales tiene. Si son tantas, señal de que las ventas le van de maravilla. Nadie deja de escribir por tener más lectores”.

Guillermo Schavelzon –representante, entre otros, de Paul Auster, Andrés Neuman y Marcos Aguinis–, habla del “descontrol de la piratería”, y dice que sí, que el futuro de los escritores está en riesgo: “Aunque el E-book en España es el 1% de la venta de libros, esto crecerá y cuando esté en manos de un gigante de la informática, pagarán miseria a los autores, a los editores y ellos ganarán millones”.

Pablo Avelluto, director editorial de Random House Mondadori en la Argentina, dice que “tarde o temprano, iba a pasar: un escritor busca ser leído por la mayor cantidad de personas, pero también busca y le corresponde una contraprestación económica. Es cierto que es antipático pagar en el universo digital. No menos cierto es que los esfuerzos de las editoriales por frenar las descargas no autorizadas suelen compararse con intentar frenar el viento con las manos.” Hernán Casciari, editor de la revista Orsai tiene otra mirada. En 2011 –escribió en una carta pública a Etxebarría– sacó 4 números de la revista. Vendió 7000 ejemplares de cada uno y tuvo unas 600.000 descargas. Con eso, dice, pagó muy bien a los autores. “No es responsabilidad de los lectores que no pagan que Lucía sea pobre sino del modo en que sus editores reparten las ganancias de los lectores que sí pagan”.

También lo ve de manera diferente Octavio Kulesz, responsable de la editorial digital Teseo. “Efectivamente, en muchos casos, las copias no autorizadas terminan canibalizando las ventas”, dice. Pero “las descargas ilegales son apenas un síntoma cuya causa real hay que buscarla en la falta de una oferta adecuada. Lo que pone en riesgo la actividad de los escritores no es ni la era digital ni Internet sino la falta de flexibilidad del negocio vigente. Existen modelos que permiten monetizar ventas de contenidos digitales pero por pereza o por rigidez, las compañías analógicas no los exploran”. El sur, dice Kulesz, es distinto del norte. “Acaba de abrir en Latinoamérica ITunes (¡10 años después que en Estados Unidos!), con precios exorbitantes: si las copias no autorizadas se multiplican será en gran parte responsabilidad de ese modelo que no tiene en cuenta al lector local.”



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