miércoles, 9 de marzo de 2016

MUJER - III (Soy una mujer trans, y no me interesa ser una 'de las buenas')

9:06 a.m. Posted by DC , No comments
Tercer día en esta semana que DiscoCuadrado le dedica a la Mujer. Vamos cumpliendo con la tarea de ser consistentes, algo que sabrán, si son asiduos al sitio, no somos.

Al final encontrarán el link al artículo original en inglés (I’m A Trans Woman And I’m Not Interested In Being One of the “Good Ones”) desde donde traducimos.

Sin más, el texto del día:

Nota: Es importante al leer este ensayo en primera persona entender los conceptos de: hombre transexual, mujer transexual, cisgénero, transgénero, queer, persona binaria, no binaria, femme, butch, brick, LGBTQ, entre otros. Pero no se preocupen, un simple googleo, tres lineas de lectura y ya está. No es muy dificil, y es posible que hasta lo entiendan dentro del contexto en que están descritos.

Hoy: Vivian Taylor

Soy una mujer trans, y no me interesa ser una “de las buenas”.

Alrededor de dos meses después de que empezara a vivir tiempo completo como mujer, uno de mis amigos me sugirió hablar con una conocida suya; una mujer trans, ya mayor, que había hecho su transición hace bastante atrás.

Mi amigo pensó que esta persona podría darme algunos tips sobre como sobrevivir con mi condición. Estaba emocionada. Acá, pensé, tengo a alguien que tiene las respuestas. Seguramente ella podría encaminarme en la dirección correcta. Arreglamos una cita en una cafetería, y en mi excitación llegué una hora antes. Esto iba a será sombroso.
Lo que en realidad pasó  fue que llegó y me preguntó por qué no estaba vestida como una mujer. Llevaba puestos un jeans ajustados, cinturón con tachas, y una remera con estampa irónica. Me gustaba como estaba vestida. Me veía, en mi opinión, como una mujer queer en sus veintes, en su día libre, lo que, sorprendentemente, era así.

Pero no, había sido informada, que no estaba siendo una mujer de la forma correcta.
Ella no fue la primera ni la última en decirme que lo estaba haciendo mal. Hubo una mujer que conocí poco después de mudarme a Boston en el 2011. Ella había ‘transicionado’ en su adolescencia, y la mayoría de las personas no sabían que era trans, a menos que ella quisiera decírselo. Era muy comprensiva con aquellos que empezaban con sus cambios, pero tenía expectativas, esperaba algo de ellos. No podía soportar a las ‘bricks’. Me explicó que las ‘bricks’ son mujeres que se ven como “hombres con vestido”. Y que una ‘cinderblock’ es incluso peor. Un hombre trans demasiado afeminado. Es como que solo le faltan las plumas.

Me habían dicho que si empezaba a afinar mi voz, o dejaba de usar pantalones, o empezaba a usar maquillaje, podría totalmente pasar desapercibida, que nadie tendría que saber mi vergonzoso secreto. Que soy una persona transexual.
Está el otro lado también. En la Universidad, le pedí a mi profesora del curso de Estudios de Mujeres que me recomiende algún tipo de lectura sobe los problemas de los trans. Ella me sugirió “Hermosura y Misoginia” (Beauty and Misogyny, 2005) de Sheila Jeffreys. Que contiene un encantador capítulo en el que Jeffreys utiliza pornografía describiendo a jóvenes mujeres trans de color para explicar que no existe tal cosa como eso, y como las mujeres transexuales (sin mencionar a los hombres, o a las personas no binarias, por alguna razón) son en realidad el mal representado, esencialmente un simulacro pornográfico reforzando tropos de género perjudiciales.
Es un arma de doble filo. Si te presentás en una forma femenina tradicional, estas siendo una parodia misógina de una mujer, y si fallás en representarte de esa forma, bien ¡ja! Ahí está la prueba de que no sos en realidad una mujer.
E incluso si en “realidad sos una mujer”, eso puede no ser suficiente.

En una fiesta, el pasado diciembre, una alumna del Smith (NdeT: Smith College Executive Education for Women. Una universidad privada para mujeres) defendió la posición de la institución en no aceptar estudiantes transexuales femeninos, explicando que, incluso si estas mujeres trans son en verdad mujeres, aun así serían socializadas como hombres, y el Smith, como un espacio seguro para mujeres y hombres trans, tiene el derecho de defender a sus estudiantes de tales personas, en el ejercicio de sus privilegios.

(NdeT: Hoy en día el Smith College Executive Education for Women ha cambiado su política de ingreso por una más inclusiva)
  
Conozco mujeres que se identifican como “heterosexuales con un historial de transgénero”. Están tratando con mucha fuerza de evadirse.

¿Pero sabés que es peor que ser la idea de alguien de una mala trans? Ser la idea de alguien de una buena trans, una trans aceptable.


El otoño pasado, en un evento lleno de profesionales conocidos, un músico amigo con el que he trabajado bastante, se me acerca. Es alguien amable, considerado, un hombre en quien confío. Lo conozco desde hace unos dos años.
“Vivian” me dice “es tan lindo tenerte por aquí. Siempre pareces alegre y relajada, y sos tan abierta sobre tu condición transexual.”
Hasta acá estoy sonriendo, disfrutando de un lindo cumplido. Luego el horror comienza.
“Todos los otros trans que conozco, están siempre muy estresados e infelices, son simplemente difíciles de llevar. Vos hacés un grandioso trabajo haciendo sentir a la gente a tu alrededor, confortable.”

En ese momento estaba lista para saltar y decirle que se calme. La única persona trans que él conocía, hasta donde yo se, estaba parada a unos metros nuestro. No se si nos oyó o no, pero espero en verdad que no.

Ese no es el único ejemplo. Una vez una lesbiana de casi sesenta años me dice que yo era la primera trans con lo que se llevaba bien, que soy una queer copada, en lugar de “estar incómodamente tratando demasiado en ser una mujer heterosexual”.
Así es la cosa: La gente desprecia a las mujeres trans. Bastante seguido, lo mas lindo que pueden decirle a una es: “dios, sos tan poco parecida a una mujer transexual!” Serlo es algo a evitar, a escapar, en el peor de los casos, algo a esconder.

Pero estoy harta. Podés ser trans o cis. Podés ser super femme o super butch (NdeT: termino para referirse a las ‘marimacho’). Podés ser hétero o queer. Podés tener gente diciendo de vos que “tenés una belleza trascendental que escapó de un lienzo renacentista” o que sos “una tripa transformándose en un monstruo”. Podés ser una luz en el mundo donde cada persona que te conoce te ama y te es devota, o podés ser una nube de tormenta incomoda que alejas todos a tu alrededor.


No me importa. El sol brilla, y la lluvia cae sobre justos e injustos por igual. No quiero saber quiénes son los ‘verdaderos buenos’ o los ‘verdaderamente malos’. Todos somos personas, y debemos ser tratados como miembros valiosos de la humanidad. Eso es todo en definitiva.


Vivian Taylor es un escritora episcopaliana, activista y ávida promotora de la Sung Compline. Tuvo servicio en la guerra de Iraq en 2009-2010, y ha encabezado varias campañas por los derechos LGBTQ, en lugares como Carolina del Norte, Michigan y otros. Escribe sobre ser una veterana de guerra pacifista, una nihilista anglicana, y sobre la paradoja de nuestra unidad coexistente entre el bienestar y la soledad.

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