<Miercoles Viscerales>
Parece
un relato navideño, no lo es. Lo prometo.
Extraño
estar ya bañado y vestido con ropa de salir a las seis de la tarde, en esa ‘casa
de domingo’ corriendo con una “estrellita”, entre feliz y decepcionado, porque me
gustaban más las “vengalitas”, pero los “fosforitos” me daban miedo, y acompañado
de una estela de gritos detrás: “¡Te la vas a clavar en la cara! O ¡Te va a
entrar una chispa en el ojo!
Trataba
de estar a la altura de lo que se espera de alguien de ocho: ser un dolor de
huevos hiperquinético y punzante. Hasta que algo de verdad pasaba y me fajaban…
cosas.
Pero
esa sensación de incorrección al estar transpirado treinta minutos luego del
baño, manchar de verde las rodillas del “vaquero”, esa sensación de oler leña y
carbón, de ser de los primeros y esperar a mis primos, contar las horas para
ver a mis viejos y sus hermanos intentar fallidamente lanzar fuegos
artificiales y exitosamente fallar en volarse un dedo, convergen y se reducen
todos, como una mezcla de ingredientes, a un solo recuerdo, más bien un
pensamiento, una certeza: Lo mejor está por venir.
Son
las seis de la tarde, a la noche es navidad. Lo mejor está por venir.
Yo
vestido de manera incomoda y mis tíos todavía en cuero y short haciendo el
asado. Crecer, lo mejor está por venir. Cagarme de hambre porque ya va a estar
el asado. Lo mejor está por venir. “Terminate la comida”, ya vienen los
confites. Lo mejor, definitivamente, está por venir.
Esa
añoranza de que esto que sucedía mutaría en privilegios, en capacidad de acción,
en motivaciones, en lo nuevo y mas lindo, o nuevo y más complicado, o nuevo y
más satisfactorio ¿Ya ven cual palabra se repite? Eso es lo que necesitamos; lo
que necesito.
Fingilo hasta que te lo creas, o, fingilo hasta que te conviertas.
Que
“todo tiempo pasado fue mejor” es algo mezquino, creyendo un poco en la premisa
detesto y pisoteo lo que de verdad hay en ella, porque no puede ser así, y
sinceramente terminemos todos con nuestras vidas en este momento si es, ya carecería
de sentido.
Pero
tengo que todavía ser, más de veinte años luego, ese cabeza de cebolla albino que pensaba que todo lo bueno estaba pasos adelante. Trato de hacerlo, es difícil,
y será por eso la nostalgia que me da el recuerdo.
Porque
veamoslo de esta manera: Ya pasado el veinticuatro, fiesta, asado, dulces,
regalos, petardos ilegales, alcohol, familiares disfrazados de homosexuales (no
de mujer, de putos, bueno ¿Qué querés? los noventa), ya pasada la apoteosis, ese
pibito seguía queriendo al día siguiente, los eperaba como si todavía le
faltaran mas maravillas por experimentar.
Era un
mediodía con las calles vestidas de la lluvia que pasó, la humedad fría
entrando en la nariz, otra vez con ropa de salir, aunque esta vez era ‘vestido
de quedarse a recibir gente’. Flash en una mano, Linterna Verde en la otra, y
esa misma sensación de entusiasmo por lo venidero.
Todavía
falta fin de año, pero ese es sin regalos así que tanto no importa, mi
cumpleaños, las vacaciones, Santa Teresita con sus noches de fichines
indiscriminadas; cada año más discriminadas, primero por un peso: cuatro, luego
por un peso: tres y un vuelto de risa. Progresivo pero doloroso.
O
sea, se venían los besos, el alcohol, coger, el porro y el porno (bueno sí, el
amor también) mirá si no era suficientemente bueno lo que estaba por venir.
Y
ahora que todo eso ya está ¿Qué? ¿Tengo que reinventarlo? ¿Tengo que salir a
buscar más? ¿Hay? Bueno para algunos, sin dudas. Pero para mi ¿Vale el
esfuerzo?
No
extraño ser chico, claro que no, me gusta ser dueño de consumir todas estas
sustancias cancerigenas que tengo al alcance, no extraño los muñequitos (la
camioneta de las tortugas ninja sí), si no, pensar como él.
No
había paroxismo que me deje con esta tristeza poscoital eterna, ahogada en café
y cigarrillos. No había decaimiento, había solo ataque y relajamiento, ataque,
relajamiento.
¿Melancolía?
Sí, pero del pensamiento. De pensar que no hay evento mayor que el que está por
venir.
Hoy
soy, mayormente, lo opuesto a ese pendejo ¡Pero la puta madre fuimos la misma
persona! Soy ese.
Quiero
eso. Lo traigo de apoco. Lo finjo hasta que me convierto.
El de pantalones rayados
Excelente, una descripción exacta de cada 24 de diciembre y no es realismo mágico. Lo bueno siempre estar por venir, salvo cuando confluyen el pasado y el futuro en el presente, ahí lo bueno se torna más incierto.
ResponderBorrarCuando las cosas confluyen, el miedo influye.
Borrarlindo!
ResponderBorrarGracias!
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