jueves, 3 de septiembre de 2015

Al loco Argüelles

10:46 a.m. Posted by DC No comments
Hay personas que no van a pasar por tu vida sin más, no sin antes darte un buen cachetazo. No sin someterte a planteos, no sin introducirte a lo nuevo o tan solo integrar ese escaso grupo de los que te caen bien, andá a saber por qué.




El era uno de esos. Argüelles a secas el primer año, Christian luego, y loco para cuando hablábamos de él, porque de verdad estaba loco.

Esta locura no reside en sus experiencias con las drogas, o que de repente apareciera con la chiva pintada de violeta (o verde si lo recordara), o por vender la discografía completa de Guns n’ Roses ¡¿Quién carajo hace eso?! No, nada de esto lo hacía insano.
Sí la sanidad está abrigada en los parámetros morales por los cuales nos regimos al caminar la vereda, al patear la ciudad, los modales a latigazos, la reserva y la cautela, ahí es donde se abre paso la locura en esa persona. En contar sus experiencias más sufridas a penas conocerte, en marcar características tuyas que escondés, en destaparlas y hacerte vivirlas como lo que son, en liberarte, si cabe la palabra.

Esto que escribo es algo que tengo adentro hace mucho tiempo, más del que me gustaría haberlo dejado encerrado. No me caben dudas de que no lo conocí en su totalidad, pero vamos que hay gente que conocemos menos y queremos más.
No me creía (y no se si hoy lo hago) competente para pronunciarme de esta forma. El hecho de que lo lea alguien que lo supo mucho más que yo, o hasta igual, y que sea “exageración” la primera palabra que se le venga a la mente al leerlo, me frenaba los dedos.
Pero podemos decir que hoy ya todo o bastante me chupa un huevo. No tendré pudor para decir que quise a alguien que casi conocí.

El tiempo que estuvimos en contacto fue algo de dos años, que en tiempo neto no llega a uno, ni en pedo. Compartíamos clases, técnicas, electrónica, compartíamos armonía y perceptiva, compartíamos música, Frusciante, Zeppelin, compartimos Stadium Arcadium y Chinese Democracy, compartimos solo una cerveza (tres en realidad) a la salida de una grabación. Y ese fue el día del cachetazo.

La familia le había dicho que no iba a tener para comer a esa hora -ya, tarde- y se nos unió a Fernandez y a mi en la cruzada por encontrar una pizzería. Algo en lo que Fernandez tiene un séptimo sentido -el sexto es desconectar el paladar del sistema nervioso central e ingerir lo que sea, creo.

Quería empezar a leer a Nietzsche. Gonzalez ya había recomendado leerlo para entender mejor 2001: Una odisea en el espacio de Kubric, y El Club de la Pelea de Fincher; al comentarlo, el viejo Beltrando me había dado, con buen tino, una revista que hablaba de su vida -ahora entiendo lo importante de saber del autor antes de leerlo. 
Indeciso en arrancar o procrastinar, el loco me dio la estocada en esa mesa de plástico roja, “tenés que leerlo” primero, “el eterno retorno, todo esto ya pasó infinitas veces” después, y “te va a gustar, porque es muy cruel como vos” para rematarme.
Hoy cada vez que leo al bigotón, que escucho el disco doble de los Chili Peppers, y en menor medida, dentro de esa crueldad que me hizo aceptar en cinco palabras, lo recuerdo.

La noticia de su muerte fue otro cachetazo, muy distinto al primero. 
Hacía varios meses que no lo veía, ya no compartíamos las pocas clases que cursábamos.“¿El loco se fue? dije, y “no tengo la más puta idea de porqué me siento así”, pensé. Hoy lo sé, hoy entiendo que significa este rajuñazo que me dejó en la espalda.
Es lo mas cerca a la muerte de un amigo que jamás estuve.

mB-dC2





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