jueves, 23 de octubre de 2014

20 de octubre de 1976

9:24 p.m. Posted by DC No comments
Miércoles  por la tarde, un teatro lleno, el rojo adornando la
vista, y el público que asistía sin porponerselo al primer toque de un artista que ofrecía como muchos e ilusionaba como pocos. Un joven, una camiseta roja, una banda blanca.
Llega con la teatralidad de sus movimientos, el rebotar de los tirabuzones en sus cabellos, las promesas sobre el cuero y la chispa en sus botas. Mucho se sabe de su corazón, braza viva hasta hoy. Mucho se habló de sus caídas, sin mirar cómo se levantaba. Mucho se habló de sus finales, sin reparar en sus inicios.


Hay una de todas estas historias que solo la sabe al aire, un relato que trae el viento, ese mensajero que tendrá un hijo, su mejor compañero. Silva entre las hojas y la historia comienza:
Lo primero fue un tubo, se escucha. Recibe de Pellerano; Ricardo lo ve, y lo asiste. Cuenta el viento que gira la punta de su botin hacia fuera, el izquierdo, el mismo con el que recibe. Y devuelve en segundo toque. Tres pasos cortos y dos largos; el planisferio vuelve hacia él. Ahora con la punta de la bota ladeada al interior, mata la bola como de un balazo, por el robillo del ojo ve venir al enemigo; un toque suave y sucede, un saltito para evitar la barrida rencorosa de Cabrera, un balón entre las piernas. La solicitud del centro desde la punta derecha del campo se hace imposible de escuchar, el "ole" que baja del entablado es ensordecedor. El Big Bang... pow ,cataplum, y crash también.
Va en busca de eso que alejó para, en un lujo, borrar la marca experimentada, corre hacia esa pelota a la cual no le saca los ojos de encima y enchufa nuevamente su botin izquierdo, y ahora sí, dejando la marca del medio tras su talones, levanta el menton, infla el pecho y alza la mirada contra el arco rival, y en ese horizonte de cal está el todo, y hacia ahi va, y por todo.

Veinte de octubre de mil novescientos setenta y seis, ingresaba en el segunda tiempo Diego Armando Maradona, debutaba el diez, con la dieciseis en la espalda. Y con un caño se abría abría el telón, la leyenda.


Matías Beltrando

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