jueves, 30 de agosto de 2012

Miercoles Viscerales

12:00 a.m. Posted by DC No comments
Texto Séptimo:

            Entre humo y alcohol, observé las miradas de la multitud, luego de una de esas noches que envenenan la sangre reflexioné, imaginé las diferentes formas que deberá tener el hombre para sobrellevar las perdidas. Me imaginé siendo otro, cambiando mi esencia toda, ¿Como haría yo, no siendo yo? Encontré nuevas cuestiones, y tan pronto como entendí que ese no era otro, sino uno de tantos lados que poseen nuestras formas irregulares, desistí. 
       Entonces la vi, la observé detenidamente desde otro plano.
Nunca supe como pero la seguí sin moverme. Merodeé en su recorrido. Al ver sus ojos la entendí, y supe más de ella que ella misma.

            Tan pronto como la dejaron sus pasos entró al cuarto. Ese hogar que sirvió para encuentros felices era ahora obscuro. Solo la luz de la noche entraba por la ventana. Miró el interruptor pero supo que no lo encendería. Despegó la espalda de la puerta, con fingido caminar seguro se dirigió a la cama y sin sacarse una sola prenda se desplomó. Mientras se le humedecía el rostro y escuchaba los autos tras la pared, bajo las escaleras, no sabía que al caer los parpados la vitalidad encontraría nuevamente sus pies.
    No será el último de esos estados, pero le quedan pocos.

            En la mañana la luz se filtraba, iluminando el polvo y creando destellos de recuerdos vagos. Recordando lo que alguna vez oyó se cambió los zapatos, “si no hay amor, que no haya nada entonces”. Y cuando la nada espera, los creadores apremian.

            Con la mano dibujó un círculo en el aire. Quebró su muñeca, ruborizó su rostro. La sonrisa se transformó en gesto amable y luego en mirada pasional. Volvió a pintarse la mueca cautivante. Un diagrama, un plan de ataque. Sus pies parecían seguir esta estrategia programada. Con su contorno moldeaba el mundo, lentamente creando una forma imaginaria, creó su cuerpo completo; en una acrobacia borró, limpió el espacio y comenzó nuevamente. El circulo en el aire, la muñeca; improvisó y el cambio modificó su estela, ya no era sangre lo que dejaba, ahora eran aromas, aromas viejos para nuevos encantos.

            La daga, el estomago, la sangre. El dolor como mejor consejero, como planta que crece. Fuerte ha de ser su cabeza para adoptarlo como tal, fuerte ha de ser su espíritu para soportar el camino. Sabrá que no son oraciones, ni rezos a figuras de antaño lo que enderezará su paso. Su fuerza propia, su razón cognitiva, su voluntad creadora, la risa es todo lo que necesita, ese espíritu, esa voluntad.
            Las manos en las rodillas, el sudor que gotea desde la nariz hacia el suelo. Imagina la acrobacia; el circulo en el aire, el quiebre en la muñeca.

El de pantalones rayados y así misma esta su razón.

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