miércoles, 11 de julio de 2012

Miercoles Viscerales

1:40 a.m. Posted by DC No comments


   En esta ocasión, luego de una conversación con yerba y agua caliente, el Viejo de Asfalto, reacio a ser llamado de esta manera, nos contó una historia, “una de esas que trae el viento” comentó. “Las hojas en los árboles me la silbaron, y yo me la apropié” fueron las ultimas palabras antes de sacar a la luz, lo que sabíamos que horas mas tarde transformaríamos en esta segunda edición de Miércoles Viscerales.

Texto Segundo:


   "Muchas veces caen a mis manos, a mis oídos, historias de fantásticas de mujeres hermosas, de labios a los que no se le pueden apartar la mirada luego del primer avistaje. De hombres cuyas proezas tan aventuradas logran el amor infinito de una dama. Cuentos de mozas solitarias que tropiezan ya sin buscar, con el sentimiento madre. Cuentos de amores no correspondidos, que inundan los relatos y contagian la aflicción del relator. Más muchas veces he hablado también, de unos para los otros, de ojos iguales. 
   Esta me calló de entre el follaje seco, se originó en tiempos de verano, y termino en el mismo calor del cual había surgido. Es de esas historias que se hablan, que pasan de la lengua de uno a los oídos de otros, y estos siguen con el mandato implícito. Es de esos amores comunes, corrientes al resto, y único a los personajes.

   Se ha hablado entonces de este hombre, se ha hablado de esta mujer. Se paso esta historia como un regalo tan preciado que incomoda al que lo recibe y sigue su recorrido.
   Pues se hablo de la sonrisa de ella, y se recito del ceño de él. Se llego a cantar de la piel de ella, y de los ojos de él. Se los recuerda en sus rasgos, ojos amarillos al primero, y cabello verde. La mirada cyan en el rostro de ella, y la copa de su ser, ambar como la tarde.
   Se comentó hasta el hartazgo de la seriedad en el paso de este hombre, su malhumor al andar. Interpretamos la tristeza en su mirada, y su frecuente torpeza al hablar.
   Oímos historias de ella, difíciles de comprobar. Habladurías, diríamos, si no nos hubieran contado de sus marcas, aunque mas profundas fueron las de él al escucharlas; como por lanzas en la espalda cada vez que su cabeza lograba escapar la atadura y se libraba a imaginar. Todas se borraban sin embargo cuando juntaban sus rostros. Cuando se confundían en un solo retrato.

   Hablamos tanto de esta historia, se debatió de destino, de coincidencias, y los racionalistas del amor impusieron el principio determinista. Aun así todos imaginamos el amor, escribimos de pasión, y de que uno llegó para salvar al otro, que vino a llenarlo. Cometimos el error de mencionar muy poco al adiós. Obnubilados escribimos poemas de ella, de sus piernas, de sus caderas, hicimos canciones con su alegría y con su fácil risa.    
  Compusimos obras de teatro en base al trato de él, de la suavidad al tocarla, y como ella cambiaba su estructura temprana al hablarle.
   Se pintaron cuadros afligidos inspirados en sus problemas, que mostraban un nuevo planeta, una felicidad minada.

   Ya nadie recuerda, o no quiere, el obscuro pasar. Sí lo recuerdan ellos en sus espaldas.
   Se supone que ella, pensó alguna vez en su pelo verde entre los dedos, y se cree que él recuerda sus ojos en cada beso.
   Se hablo de las advertencias de él. Quienes lo trataron, cuentan del mal que hacia en ese combinar. El se creyó el peor y a ella la mejor.

   Por años no se habló, se consiguieron historias felices, de niños jugando y proezas deportivas. Ya demasiado habíamos esparcido, cantando desde fuera; dibujando sin entrar en la hoja.
   Se cuenta tanto y no se escuchan las voces. 
Hoy esta es la vaga realidad. Esta que es la irracionalidad de un sueño. Hoy este cuento quedo inconcluso, y es mejor que duerma así. Pues ella ya se ha partido, y el ya no quiere hablar."

El de pantalones rayados, y así también esta su razón.

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