A veces
tenemos la necesidad de despedirnos con algo más
que un ‘chau’. Sobre todo cuando esa persona significa algo, representa algo.
que un ‘chau’. Sobre todo cuando esa persona significa algo, representa algo.
Cornell
representa parte de una adolescencia musical. Los quince años son complicados
en cualquiera de las mirillas por donde se espíe. Hay transiciones de todo tipo y la música
juega su rol. En algunos no hace mella, y otros no agarramos a esos sonidos tan
fuerte como podemos.
Cornell
me llegaba de costado por consumir Pearl
Jam y Nirvana. Cornell me llegó
de frente en Temple of the Dog y en
2002 me llegó pateando la
puerta. Vino con fuerza, con la rabia de Rage Against the Machine a cuesta y la calma de su voz dolida. Solo un disco
bastó para quedarse metido ahí, en su lugar dedicado. Luego desapareció de mis
radares, porque la música es así, como los amigos. Podés no verlos durante un
rato largo, pero cuando vuelven siempre estaban ahí, quedados en un play
digital o apretar de botón
El año
pasado dio un acústico acá, en el Teatro Colon. Y a uno porque se le alejan las
bandas, o se está en otro momento o estado, y cree que sus músicos son inmortales, deja
pesar oportunidades.
Ya van
quedando cada vez menos de las caras fuertes del “grunge”, y ni siquiera fue
hace tanto. Un grupo de gente que brilló con el doble de intensidad.
Cornell
murió ayer 17 de mayo. El 17 es la desgracia.
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