jueves, 10 de marzo de 2016

MUJER - IV (Esto es porque soy mujer)

9:13 a.m. Posted by DC , No comments
Y llegó el día 4.

Soy consciente del acoso diario que reciben las mujeres, casi desde niño. Es muy posible que la fuerte presencia femenina en mi educación -madre, abuela, primas y tías- contando sus experiencias diarias, me permitiera identificarlas desde muy temprano y rever mis actitudes juveniles e inconscientes estando en grupo con amigos varones. Por eso cuando me decidí a empezar este “un texto por día” en referencia al Día de la Mujer que se avecinaba, no pude evitar recordar una charla reciente con una conocida donde me comentaba sus momentos incómodos con profesores de música, kinesiólogos, con sus pares en el trabajo, y desconocidos por la calle, haciéndome pensar automáticamente que este debía ser un tema a tratar en al menos uno de los textos.

Como la premisa de este apartado es “Mujer. Nadie habla mejor de serlo que ellas mismas”, ese momento llegó.

Al final encontrarán el link al artículo original en inglés (This Is Because I’m A Woman: How Sexual Harassment Invaded My Life -And Some Ways to Respond To It) desde donde traducimos.


Hoy: Morgan M

Esto es porque soy mujer

Cómo el acoso sexual invadió mi vida (y algunas formas de responder a él)

No hay manera de preparar a una persona frente a todas las veces que una mujer es avanzada durante el día. Los hombres cisgénero no experimentan este flirteo agresivo, y una mujer cisgénero parece experimentarlo desde su nacimiento. En una época tuve una vida donde podía caminar por cuadras, kilómetros, meses, sin que algún extraño se pare frente a mi diciendo “hola corazón ¿A dónde vas tan apurada?”. Ahora quiero llevar mi burbuja personal a fábrica y volverla a su tamaño original, no ser tan invadida, pero ese capítulo de mi vida parece haber terminado.

Hace algo de un año, los hombres empezaron a cortejarme, mucho. Demasiado. Y luego vino el acoso. Pero no fue siempre así. Por un tiempo luego de que empezara a vivir mi vida como una mujer ‘tiempo completo’, era notorio que todavía estaba en transición. Lo que me delataba principalmente era mi voz. No trabajé en ella demasiado. Era difícil llegar a un punto donde me sentía confortable forzándola. Me gustaba mi vieja voz, incluso cuando odiaba muchas partes de mi ser; había actuado en escenarios, dado presentaciones a ejecutivos de Walt Disney, ayudado a supervivientes de traumas a atravesar su dolor, todo con esa voz. Éramos un equipo. Incluso cuando ese equipo me hacía identificar como “el-ella”, o generaba gestos adustos en entrevistas, hasta en el supermercado.

Para hacerme la vida más sencilla, decidí esforzarme más por cambiarla. Luego de lograrlo empecé a pasar más desapercibida, y comencé a entender, en vez de solo saber, lo que las mujeres habían estado diciéndome toda la vida.
Es bastante aterrador cuando, luego de veinte años de caminar por la calle con tranquilidad, un hombre se te acerca en un espacio público a mitad de la tarde de un martes y dice “Quiero que sepas que te estuve siguiendo por media hora. Sos la mujer más hermosa que vi, y solo quiero que me des una oportunidad”, y luego trata de agarrarte del brazo.

Hay una especie de contrato social, silencioso y macabro. Es un lugar tan común para los hombres hacerles muchas cosas abiertamente a las mujeres, sin ninguna repercusión de ningún tipo. No hay simulación, no hay vacilación. Solamente lo hacen.

Nada que pudieran haberme dicho (aunque trataron) me prepararía adecuadamente para aquel momento con el taxista que me recogió a la 1AM del centro de ayuda a víctimas de violación, donde trabajaba. Estaba lloviendo, y mientras manejaba, me preguntó si era gay, porque yo “parecía gay”, y luego siguió con “¿Te gusta divertirte? ¿Querés divertirte conmigo? Dale ¿Cómo te llamás?”. Estabamos yendo a casi sesenta kilómetros por hora, así que no tenía chance de bajarme en ese momento. “No tengo por qué decirte mi nombre”, le dije. “Ah” siguió él “Está escrito acá en tu pedido del taxi. Tu nombre es Morgan. Hola Morgan”. De repente detiene el auto, gira hacia a mí, y estira su mano hacia mi pecho. Me recuesto con fuerza sobre el asiento. No estaba pensando, solo trataba de derretirme a través del respaldo hacía la parte trasera del auto. Las puntas de sus dedos alcanzaron mi pezón derecho, y se detuvo de repente. El cinturón trabó sus movimientos, no pudo llegar más lejos. Con una sonrisa amplia, puso las palmas de sus manos hacia arriba y dijo “solo quería que chocáramos los cinco”. Mi cerebro despertó de su coma, y salí corriendo de auto hacia mi casa.

Creo que en otro momento en mi vida, voy a sentirme a gusto explorando esa pequeña porción de mi sexualidad que es bi. Está ahí, yo se que sí. Pienso a veces en mi atracción por Karl Urban y Charles Dance. Solo que no me siento segura. Originalmente traté de escribir este artículo años atrás, y estaba más o menos a la mitad cuando me detuve para ser una buena niña hippie y llevar los residuos de la casa, unas tres cuadras hasta el basurero local. Llovía, nuevamente, y no había nadie alrededor. Mientras regresaba del basurero, un hombre sale detrás de un edificio a unos diez metros, me mira de arriba abajo, baja su cabeza y empieza a caminar hacia a mi diciendo “Hola linda. Linda, linda. Hey, hola linda” Estaba persiguiéndome, y de nuevo, corrí.

Cuatro semanas antes de eso, yendo al trabajo una mañana, paso entre medio de un grupo de hombres en la vereda, que me cerraron el camino y empezaron a cantar “¡Linda putita blanca!”

En el trabajo, sola en la oficina, un hombre entra por la puerta principal, sin remera, cargando un tirante de madera de unos dos metros. Me arrincona contra la pared y dice “El hombre rojo ha venido a reclamar sus tierras, pero no temas, yo te voy a proteger”.

En otra oportunidad estaba llevando a un compañero de trabajo en mi auto hacia la parada del colectivo, dado el momento gira hacia mí y dice “Las mujeres como vos, están sedientas por negros como yo”.

Saliendo del trabajo una noche, aparece uno tipo desde unos arbustos y se para en mi camino. Me muevo, y se mueve, trato de pasarlo y me sigue. “¿A dónde vas tan rápido?” Él era más veloz que yo, pero eventualmente me dejó ir. Y se quedó riendo. Una gran risa sonora.

En una estación de servicio, la semana pasada se acerca alguien a la ventanilla de mi auto y dice “Hola hermosa ¿Cómo te llamás, linda?

Todas las semanas es: “hola corazón”, “hola bebé”, “hola colorada”.

No pasó mucho tiempo hasta que empezara gradualmente a dejar de salir de mi casa. La mayoría de mis amigas con las que me abro y les cuento estas situaciones dicen “Bienvenida a ‘ser mujer’”, y a veces “Wow ¿En serio? Desearía que los hombres me presten tanta atención”. Puedo ver lo que tratan de decir con eso, porque algunos hombres solo quieren hacerme saber que me soy linda, y no van a perseguirme hasta mi casa y lastimarme (uno una vez se acercó a mí con su bicicleta, hizo unas vueltas a mi alrededor y dijo “Pequeña, sos la más hermosa” y se fue pedaleando).

La gente me ha preguntado, “Antes de que hagas tu transición ¿Cómo interactuabas con las mujeres por las que te sentías atraído?” No lo hacía. Odiaba mi cuerpo demasiado como para experimentar nada parecido a la libido. Nunca me sentí atraída sexualmente a nadie hasta luego de definirme. Antes de eso, entendía mi atracción hacia las mujeres (o hacia cualquiera) así: “Esa persona me parece interesante, me gustaría pasar más tiempo con ella y hablar más”. Tal vez eso hizo más difícil que empatizara con ‘como vivía la otra mitad’, porque durante esos primeros veintidós años, en realidad, no estaba viviendo.

Varias veces me han dicho, “Imagino que debe ser difícil ser una mujer transexual” a lo que yo respondía “No creo que estoy siendo acosada por ser trans, creo que es porque soy mujer”. ”Bueno, pero ¿Estás segura que no saben que sos trans?

Todo esto sigue sucediendo. Hace algo más de un año recibí un consejo que hizo esa parte de mi vida más fácil. No es nuestra responsabilidad responder al acoso callejero de una manera en particular, o hacer cosas para evitarlo. Es la responsabilidad de estos acosadores dejarnos tranquilas. Aun así, es fortalecedor tener algunas respuestas específicas a ello, a tu disposición.
En una oportunidad estaba enseñando a algunos voluntarios, como ser consejeros en momentos de crisis, y tuvimos de invitada a Marty Langelan, autora de “Para atrás!: Como confrontar y detener el acoso sexual y a los acosadores” (Back Off! How to confront and stop sexual harrasment and harrassers, 1993). Dio al curso algunos simples consejos.

Primero, mientras más suceden estas cosas, peor es mi postura corporal y más veces me voy mirando al piso. No hacer contacto visual le dice a nuestro posible agresor “Esta persona no está consciente de su alrededor y no me verá venir”. Parate derecha, y lucí confiada, caminá con un propósito, hacé contacto visual con la gente. Imaginá una esfera a tu alrededor de unos 5 metros. Conocé todo lo que sucede dentro de ese radio, a cada momento: como luce la gente, como están vestidos. Evitá los lugares que se interponen con tu visión periférica. Intercalá los recorridos que hacés hacia tu casa, así no pueden aprender tu rutina. Conocé las calles de tu barrio. Mirá por sobre tus hombros para ver detrás de vos; calmada, confiada, no como un animalito aterrado. Hacele notar a la gente de tu contacto visual con un asentir de cabeza.

Hacete familiar con la gente que vive en la calle cerca de tu casa, porque cuando cada vecino esté puertas adentro, las personas que están parando en las calles pueden ser tus únicos testigos o tu única fuente de ayuda. Llevá gas pimienta en tu cartera. No tengas miedo de cruzar de vereda si alguien te da una mala impresión, confiá en tus instintos. Y para realmente desencajarlos, deciles lo que están haciéndo, develá su comportamiento en voz alta. “Dejá de acosar a las mujeres. No me gusta, a nadie le gusta. Mostrá algo de respeto”. “Cuando te quedás mirándome a las tetas, es obvio para todos en la sala. Mirame a los ojos”. O una de las frases que uso yo “Mi nombre no es ‘corazón’. Es señora, o señorita”. Si recibís este tipo de comportamiento de alguien con quien te cruzás seguido, documentalo (nombre, fecha, hora, descripción, lugar). Puede que lo necesites luego para presentar ante alguna autoridad.

Me tomó algún tiempo poner todas estas lecciones en práctica y volverlas una rutina, y me va a tomar aún más, superar el hecho de que la forma en que me desenvuelvo en público ha cambiado. Me he quitado bastante el miedo a los hombres, pero como he oído muchas veces, un poco de miedo es necesario.


Un amigo me preguntó hace algunos años: “Bien, estás caminando por la calle, y ves a un hombre tirado en el piso pidiendo ayuda ¿Qué hacés?”. Y yo pregunto “¿Cabe como respuesta no ayudarlo?”. ”No, definitivamente vas a ayudarlo. Te mantenés a una distancia prudente, a la vista, sacas tu teléfono y le decís ‘¿Querés que llame al 911?’”.


Morgan M es una chica trans, gay, colorada, gamer y oriunda de Carolina del Norte. Ha sido elegida Miss Abril para Autostraddle en 2013, es consejera para A-Camp, y escritora y oradora en varios eventos del sitio.
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Estos son algunos ejemplos de acoso, y violencia pasiva diaria que tienen que soportar las mujeres (imágenes extraídas de las cuentas de twitter de @_Ummagummas y @papaspai)




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